EL PAIS DE LA LIBERTAD
Ya era hora de desayunar y María aún no se había levantado. Aquella noche había tenido un largo y maravilloso sueño:
Era una mañana luminosa y fresca de primavera. Iba caminando hacia el colegio cuando vio venir hacia ella un gran globo de paredes transparentes. En pocos segundos se encontró envuelta en aquella mágica nave que la transportaba entre árboles y edificios. Voló por encima de los campos, de las montañas y del mar. Siguió navegando entre nubes blancas por el cielo azul hasta que llegó a una inmensa isla en medio del océano.
María estaba rodeada de un océano de oro y más allá de sopa de letras. María tenía tanta hambre que intentó atravesar el océano de oro, pero puso un pie y se hundió y veía: pulpos, medusas y tiburones.
-¡Tiburones! -dijo María de repente, sintió que no podía mover las piernas, miró para abajo y... ¡tenía aletas en vez de piernas!
Un delfín la fue a buscar. María le dijo al delfín:
-¿Cómo te llamas?
-Fliper, ¿y tú?
-María, pero me puedes llamar Mari.
-El rey Mortalicusminus I te dirá tu nuevo nombre.
-¿Mi nuevo nombre?
-Sí, tu nuevo nombre.
-¡Yo no quiero tener un nuevo nombre! ¡Muaaaa! ¡Muaaaa! ¡Muaaaa!
-Tranquilízate, yo te puedo llamar María.
-¿De verdad?
-Sí. Mira, ya llegamos. Ahí está la sala del reyMortalicusminus I. Cuidado, tiene un mal genio...
María tragó saliva.
-¿Quién anda ahí?
-¡Ma-ma-maría señor! Soy María Magco Perez, señor.
-Entra. ¿Cuántos años tienes?
-Trece.
-Igual que mi hijo Eduardo.
-¿Qué nuevo nombre te quieres poner?
-Pues Alex.
-¿Y tus apellidos?
-Mac.
-Vale: Alex Mac.
Y Alex trajo a sus padres y a sus amigos y a los padres de sus amigos y se quedaron para siempre en el sueño de Alex o María.